PROPÓSITO PARA ESTE NUEVO CURSO
Después de comenzar septiembre y dejar atrás el verano, volvemos de nuevo a la rutina y al ritmo habitual
(aunque en ocasiones, demasiado acelerado). Y con ello, para muchos también es el momento de
establecerse nuevos propósitos y objetivos para este nuevo ‘curso’. Seguramente, ‘cuidarse un poco más’ se
encuentre en esta lista de nuevos quehaceres. ¿También en lo relacionado con nuestra salud mental?
En consulta, frecuentemente se refleja esa falta de permiso o derecho a estar mal y la consecuente
necesidad de pararse a revisar cómo uno se encuentra en esto de la salud mental, algo que no sucede, al
menos del mismo modo, con la salud física y el cuerpo. Y ante lo vivido, ya sea en el presente o en el pasado,
todos necesitamos validar nuestra experiencia y darnos cuenta de la verdadera repercusión que ello tiene
sobre esta otra cara de la salud, pues no cuidarla pondrá en juego nuestra manera de pensar, sentir y actuar,
y de relacionarnos con nosotros mismos y los demás. No obstante, la salud no se define únicamente como la
ausencia de enfermedad y, por tanto, no solo es necesario atenderla y cuidarla en ese momento de no
encontrarse bien o no poder más. Sin embargo, que ‘duela o moleste’ lo psicológico muchas veces se
normaliza o se minimiza, tratando de lidiar con algo que finalmente repercute negativamente sobre nuestro
día a día.
Recientemente, los Juegos Olímpicos han puesto de manifiesto la importancia de la salud mental tras lo
ocurrido con Simone Biles o Teresa Perales. “Los demonios en mi cabeza” mencionados por Biles cuando
aludía a su experiencia durante la competición mientras explicaba su retirada, refleja el grandísimo malestar
que podría llegar a experimentar nuestra cabeza si tuviera que convivir con esos demonios ahí dentro.
Demonios que podrían traducirse a cogniciones dolorosas, negativas o intrusivas. Hablamos de deportistas
de tal categoría en el caso de Simone Biles o Teresa Perales, pero el nivel de exigencia al que nos vemos
sometidos, el rechazo experimentado ante una actividad que antes despertaba nuestra pasión y motivación,
la ansiedad social, la inseguridad ante lo que hacemos, o un acontecimiento altamente estresante, podría
despertar en cualquiera a todos esos demonios que no nos permitirían pensar, sentir o actuar de una
manera sana y funcional. Si, por ejemplo, parte de esos pensamientos generan angustia, miedo o impotencia
y dificultan, de forma reiterada, el poder visualizarse cumpliendo uno de esos objetivos que nos hemos
planteado, habrá que revisar cómo de mejorable es nuestra salud mental. Si no se es capaz de identificar en
uno mismo aspectos positivos o fortalezas como aliados para mejorar el afrontamiento, o si persiste la
incapacidad de tomar decisiones satisfactorias con las cuales sobreponerse a lo ocurrido y aceptar lo que
esto nos ha hecho sentir, habrá que revisar cómo de mejorable es nuestra salud mental. A veces se tiende a
mantener un estilo de funcionamiento (mental, emocional, social, …) que refleja un malestar del cual no nos
podremos hacer cargo hasta no darle la importancia suficiente. Al igual que el deportista necesita aceptar
gradualmente su lesión a nivel físico y sus consecuencias, recuperando en paralelo su motivación y su propia
confianza, lo mismo requerirá la recuperación y el bienestar a nivel mental, emocional y social ante cualquier
otro aspecto. En el mundo deportivo la conexión mente-cuerpo puede resultar más evidente, pero la
seguridad con uno mismo y con lo que se es, la ausencia de demonios, y apostar por identificar y potenciar
nuestras propias posibilidades y recursos son, como en la psicología deportiva, igualmente necesarias fuera
del tapiz o la piscina.
Apostemos entonces por contemplar la salud mental como algo a revisar y cuidar cada día, tal y como
hacemos con la salud física. De esta forma podrá aceptarse y normalizarse que, aquello que duele, no
siempre es algo físico; y así, entonces, entenderemos y confrontaremos nuestros pensamientos,
sentimientos, y actuaciones para ‘funcionar’ mejor.
Laura.