Lucía de Juan García nº de colegiada: M-23642 - C/ Olímpico Francisco Fernández Ochoa, 7 Alcorcón (Madrid)

VALIDACIÓN EMOCIONAL

LA VALIDACIÓN EMOCIONAL: QUÉ ES Y POR QUÉ ES IMPORTANTE

 

Muchas veces las emociones surgen como un tema tabú, donde intentando ayudar a la otra persona, nos salen respuestas como “no estés mal”, “no merece la pena”, “alégrate”, no dejando espacio para sentir y procesar la emoción que en ese momento se está sintiendo. Esto puede llegar a generar muchas veces sentimientos de no ser comprendido/a, de no entender bien qué nos pasa o incluso que determinadas emociones se ‘enquisten’ y nos acaben produciendo más dolor a largo plazo.

 

Pero entonces, ¿qué es eso de validar emocionalmente? Validar consiste en dar permiso para sentir una emoción (tanto en mi como en el otro). Es atender a una emoción que se ha presentado y escuchar cuál es la necesidad asociada a ella. Cuando validamos la emoción que está experimentando la otra persona le estamos dando permiso para sentirse así, y desaparece entonces la lucha interna de intentar no sentirnos como nos estamos sintiendo.

 

Al contrario de lo que muchas veces se piensa, ignorar una emoción no va a hacer que desaparezca. Las emociones llevan necesidades asociadas (por ejemplo, cuando estamos tristes necesitamos un abrazo o el apoyo de un ser querido), y poder atender a esa emoción nos permite que ésta pueda llegar a ser satisfecha.

 

Validar a la otra persona no implica que necesariamente estemos de acuerdo o justifiquemos acciones derivadas de dicha emoción, sino que permite a la otra persona sentirse comprendida y con derecho a expresar y a sentir. Ya que si negamos o invalidamos las emociones que están sintiendo, la otra persona puede llegar a creer a largo plazo que sus emociones no merecen atención, que hay algo mal en él o en ella por sentirse así y se avergüenzan por ello, incluso pueden acabar evitándolas.

 

Si vemos a un/a niño/a llorar y nos cuenta que algo le está resultando difícil o complicado, y le decimos que no es tan difícil como parece y que no debería sentirse así porque él o ella puede con ello, no estamos dando espacio a los sentimientos de incapacidad que puede estar sintiendo. El mensaje que puede quedar detrás (ojo, aunque no sea nuestra intención) es que no debería sentirse así y que si lo hace, es que no es suficientemente válido/a o capaz. Puede incluso creer que si no puede con ello, no merece nuestro cariño o aprobación. Por tanto, estaríamos privando a este/a niño/a de poder desarrollar herramientas para gestionar sus emociones y entenderlas, pudiendo afectar incluso en su desarrollo emocional.

Sin embargo, si le decimos algo así como “es duro, es súper difícil y no te esperabas que te fuera a costar tanto… Pensabas que ibas a acabarlo antes... pero sé que puedes hacerlo, has trabajado muy duro, solo te queda el empujón final”. Aquí le estamos transmitiendo el mensaje de que es normal que se sienta así, que estamos ahí para escucharle y que nosotros confiamos en él o en ella.

 

La validación emocional no es algo que deba surgir exclusivamente en la infancia. Los adultos muchas veces nos negamos emociones los unos a los otros de manera constante, transmitiendo sensaciones de incomprensión, rechazo, juicio… Por ejemplo, si una amiga nos dice que está triste porque ha roto con su pareja, de nada sirve que le digamos cosas del estilo de “bah, tu ex no merece la pena, deberías estar contenta porque te trataba mal” o “hay más peces en el mar”, ya que quizás lo único que consigamos es que la próxima vez no nos cuente cómo se siente ya que no ha encontrado consuelo y alivio en nosotros. Frases del estilo de “entiendo perfectamente que te sientas triste, tenías una relación con esta persona que para ti era especial, y ahora de repente sientes un vacío porque ya no está”, “te llevará un tiempo, pero estoy aquí para lo que necesites” son frases que pueden ayudar a la otra persona a sentirse comprendida.

 

Por tanto, nuestra regla de oro sería: escucha lo que la otra persona te está contando, no juzgues, y afirma que es normal que se pueda sentir así. No añadas ‘peros’, porque estos invalidan lo dicho anteriormente. Intenta comprender qué necesita la otra persona. No siempre podrás dárselo, pero el hecho de que sepa que le comprendes y escuchas, alivia en gran parte su sentimiento de malestar y le da permiso para dar la bienvenida a todas sus emociones. Porque recuerda: ¡no hay emociones malas! Todas las emociones son válidas y nos intentan proporcionar información para que actuemos.

 Claudia Martínez